La leche y nuestra salud
Ningún mamífero sigue tomando leche durante su vida adulta, y mucho menos un fluido diseñado para alimentar y duplicar el tamaño de un ternero. Entonces, ¿Por qué nos parece algo tan normal? Porque es algo que hemos escuchado toda nuestra vida y de ello se ha encargado la industria de la leche.
Campañas internacionales millonarias como «Got Milk?» o «Milk does a body good» nos han inculcado la importancia de los lácteos para nuestra salud, especialmente para nuestros huesos pero, ¿es eso cierto? ¿Realmente es el consumo de lácteos la única forma de tener un sistema óseo fuerte y prevenir fracturas? La respuesta es no.
Estudios científicos en niños y adolescentes han demostrado que el consumo de leche contribuye a mayor densidad ósea, y por lo tanto se esperó que ayudara a prevenir tanto la osteoporosis como potenciales fracturas de hueso a lo largo de la vida. Pero ningún estudio ha podido probar esto.
El consumo de leche en la adolescencia no sólo no se asoció con menor riesgo de fractura sino que se observó una tendencia positiva que indicaba que en hombres, mayor consumo de leche incrementa el riesgo de fractura. Parece pues, que el aumento en la densidad ósea que se observó en los estudios se pierde en pocos años, incluso si se mantiene el aporte de calcio.
Los resultados de estudios realizados en adultos son mucho más concluyentes. La literatura científica ha reportado repetidamente que las tasas de fractura de cadera son más altas en poblaciones con mayor consumo de leche. Para entender mejor la relación investigadores suecos hicieron un seguimiento durante 20 años de cien mil hombres y mujeres.
Su estudio se concluyó que las mujeres que bebían leche tenían más fracturas de huesos y cadera y, además, mayores tasas de muerte, de enfermedades cardíacas y significativamente mayor riesgo de padecer cáncer por cada vaso de leche. De hecho, tres vasos al día se asociaron con casi el doble de riesgo de muerte.
En el caso de los hombres, no se observaron mayores tasas de fractura pero sí mayor tasa de muerte con mayor consumo de leche. Así pues, el estudió demostró un incremento en la tasa de fracturas y muerte dependiente de la dosis en el caso de las mujeres y un incremento en la tasa de muerte de los hombres que consumían leche.
Estos hallazgos podrían estar relacionados con el metabolismo de la galactosa, un azúcar naturalmente presente en los lácteos. En infantes que nacen con galactosemia, es decir que de nacimiento carecen de las enzimas necesarias para metabolizar la galactosa, cuando consumen leche, se observa un aumento de los niveles de galactosa en sangre, ya que son incapaces de procesarla, y esto se traduce en pérdida ósea incluso durante la infancia.
Así pues, los investigadores sugieren que incluso en personas sanas capaces de metabolizar la galactosa, el elevado consumo de lácteos puede ser perjudicial.
Estos datos se vuelven más alarmantes cuando ampliamos nuestra búsqueda y vemos que el consumo de lácteos también se ha asociado la enfermedad de Parkinson y ciertos tipos de cáncer como el de próstata. De nuevo, la responsable podría ser la galactosa ya que no sólo daña los huesos sino que muchos científicos la usan para inducir envejecimiento prematuro en los animales de laboratorio ya que produce estrés oxidativo, inflamación y degeneración cerebral.
En este punto es importante destacar que los hallazgos encontrados en estos estudios se limitaron al consumo de leche y no de otros derivados como el yogur o la leche agria. Esto podría explicarse por el hecho que estos productos derivados contienen bacterias que podrían fermentar parte de la lactosa.
Sin embargo, queda claro que recomendar la leche para unos huesos fuertes resulta muy contraproducente. Si realmente quieres cuidar tu sistema óseo la evidencia científica ha demostrado que ejercicios de levantamiento de peso (pesas, levantar tu peso, andar con una mochila pesada, etc) fortalecen los huesos.
También ayuda consumir judías, debido a sus niveles de fitatos, evitar los aditivos fosfatos y asegurarnos de que cumplimos con los requerimientos diarios de calcio, que puede perfectamente obtenerse de una dieta basada en plantas, y vitamina D, que puede ser suplementada o sintetizada gracias a la exposición solar.
Como hemos visto, la galactosa podría explicar la relación entre el consumo de leche y mayores tasas de fractura, enfermedad de Parkinson, cáncer de próstata y muerte. Sin embargo, la leche tiene muchos otros más componentes como la Caseína.
Cuando el cuerpo humano metaboliza esta proteína, se genera el péptido Casomorfina que posee efectos semejantes al de los opiáceos. Evolutivamente tiene mucho sentido ya que la supervivencia de la especie puede depender del vínculo que se establece entre la madre y su cría y crear una relación de dependencia o adicción entre la cría y la Casomorfina asegura que la cría acuda regularmente a alimentarse y así sobrevivir.
Sin embargo, consumir leche de otra especie durante edad adulta no tiene ningún sentido. El efecto de la casomorfina es significativamente mayor en infantes o adultos con ciertas enfermedades ya que tienen una mayor permeabilidad intestinal y su concentración es muy heterogénea en función del proceso de producción que suponga el producto.
Se ha hablado mucho sobre la posible asociación entre la casomorfina y la adicción a ciertos productos lácteos o a la aparición de trastornos autoinmunes como la diabetes de tipo 1, sin embargo los resultados en este campo son inconclusos.
Pero la ciencia sí que ha asociado la casomorfina con la apnea infantil, que consiste en una depresión respiratoria inducida por el efecto opioide de este metabolito. Este trastorno es poco frecuente pero muy peligroso ya que puede causar muerte súbita. También se ha asociado con el autismo, ya que si los infantes no son capaces de eliminar adecuadamente la casomorfina derivada de leche bovina, a diferencia de la humana, esto podría contribuir a un enlentecimiento en el desarrollo psicomotor y a la espasticidad muscular.
Además, se cree que estimula la producción y secreción de moco en las glándulas respiratorias, lo que podría explicar porque los síntomas respiratorios como el asma se ven reducidos al eliminar el consumo de lácteos de la dieta.
En los lácteos son también una fuente de grasas saturadas. Como ya es de dominio público, el consumo de estas grasas se ha asociado al incremento del colesterol de tipo LDL, más conocido por todos como el colesterol “malo”, lo que conlleva mayor riesgo de enfermedades y problemas cardiovasculares, como la ateroesclerosis, ictus o infartos.
Finalmente, otro componente importante en la leche son las hormonas. Se habla mucho de las hormonas liposolubles exógenas que se inyectan al ganado para aumentar su productividad y masa y es cierto que este tipo de esteroides se vuelven biodisponibles durante la ingesta y por lo tanto pueden tener efectos biológicos en el consumidor.
Pero también es cierto que su uso está prohibido por ley en Europa. Así pues, nuestra atención debería centrarse en las hormonas endógenas que están naturalmente presentes en la leche. Durante la década de los 60’s y 70’s, se manipuló genéticamente a las vacas para lograr que produjeran leche prácticamente durante todo su embarazo.
Por este motivo, la mayor parte de la leche comercial que se consume en la actualidad proviene de vacas embarazadas y, por lo tanto, tiene un alto contenido en estrógenos y progesterona, hormonas sexuales femeninas. Estas hormonas se han vinculado al desarrollo de cánceres hormonodependientes como el cáncer de ovario, de útero, de pecho, testicular o de próstata.
También se ha observado que una hora después de ingerir un vaso de leche, los niveles de estrógeno suben significativamente mientras que los de testosterona disminuyen. El alto contenido de hormonas esteroideas en los lácteos causa acné, afecta la fertilidad en los hombres y altera el desarrollo sexual de niños y niñas.
Como hemos visto, el consumo de leche actualmente no solo carece de sentido para la especie humana en cualquier etapa de su vida puesto que no la necesita sino que incluso puede llegar a ser extremadamente nocivo para la salud. Con todas las alternativas en cuanto a leches o bebidas vegetales de las que disponemos actualmente, ¿por qué continuar consumiendo leche de vaca?
Leche de avena, soja, almendra, avellana, coco, arroz, espelta, nueces, cáñamo…¿cuál es tu preferida? A nosotras nos encanta la de almendra o avena para consumirla en casa porque normalmente solemos encontrar más a menudo leche de soja en hosteleria o restaurantes. Cuéntanos cuál es tu leche vegetal preferida en los comentarios 😉